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UNIDAD

 

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CONTENIDO

 

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CONTENIDO  

         

INDICADOR DE LOGRO

Practico mis deberes y derechos (Derechos y deberes del niño y la niña con base a la convención de los derechos de la niñez)

4.1  Describe los deberes y derechos que le corresponde como miembro de un grupo

4.2  Nombra artículos de la convención de los derechos de la niñez como un referente internacional en el que se

       considera primordial la participación de los niños y las niñas.

VALORES A TRABAJAR

Diligencia, flexibilidad, sensatez.

Otros valores que se pueden trabajar son: Valentía, convivencia perseverancia.

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DEFINICIÓN DE VALORES

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DILIGENCIA: “Es el valor que tienen las personas que toman decisiones rápidas y quienes toman acción. Es diligente quien no deja para el otro día sus tareas de hoy, y quien no procrastina por motivos sin sentido.

 

También es diligente quien se levanta día a día y lucha por conseguir sus sueños, ser feliz y vivir la vida que tanto desea.

 

Cuando nos falta diligencia, vemos cómo se nos pasa el tiempo en frente sin que podamos hacer nada al respecto, porque básicamente liberamos nuestro poder y lo dejamos en manos de otros. Si un niño crece con el valor de la diligencia, cuando se adulto, muy probablemente será una gran persona, con un sólido cúmulo de metas alcanzadas y éxito logrado”. (Giraldo, Diligencia - Valor personal, s.f.)

 

“Lo contrario a diligencia es el descuido, el ahí se va, el más o menos, la informalidad, la impuntualidad, la desidia, la desgana. Todo esto es síntoma de una persona que ama poco, que ama pálidamente, que ama a cuentagotas. Que es inmadura, en pocas palabras, y enana en su estatura moral.

 

Todos agradecemos a la persona que es diligente, puntual a sus compromisos. Como que tiene un algo de especial. Demuestra una madurez poco común y, sobre todo, es una persona que transpira responsabilidad, equilibrio y alegría.

 

La palabra diligencia procede del verbo latino diligere, que curiosamente significa amar. Pero no un amar en general, sino un amar con delicadeza, con cariño. Es mucho más que el simple verbo, también latino, amare”, que es más general, y que abarca también amar cosas y animales. La diligencia se da para expresar este amor de dedicación a las personas y sólo a las personas.

Es diligente el maestro que trae las pruebas de los alumnos corregidas y además su materia bien preparada. Es diligente el médico, que atiende con amor a su paciente y no le hace esperar absurdamente o con displicencia. Es diligente ese padre o madre de familia que aprovecha cualquier oportunidad para formar y animar a sus hijos.

Es diligente ese líder o jefe que sabe adelantarse a las necesidades de sus subalternos y les ayuda a crecer. Es diligente ese entrenador de fútbol que sabe cuándo entrenar, dónde y cómo, mirando el bien del equipo. Es diligente ese alumno que entrega a tiempo su trabajo, y bien. Es diligente ese hijo que obedece a sus padres en todo lo que respecta a sus compromisos de hijo. Es diligente ese obrero que llega puntual y hace su trabajo movido por el amor, y no sólo por el jornal.

 

Esta virtud humana formaría parte de la virtud teologal de la caridad, por una parte, porque está motivada por el amor. Por otra parte, está emparentada con la virtud moral o cardinal de la fortaleza y de la prudencia. De la fortaleza, porque requiere de mucha voluntad para llevar adelante con perfección los compromisos espirituales, intelectuales, profesionales y apostólicos, que uno tiene durante su vida. Y de la prudencia, porque esta virtud nos da la pauta para obrar, aquí y ahora con acierto y sin demora.

 

La diligencia se codea con otros valores que todo hombre o mujer debe alcanzar en su vida: coraje, valentía, ánimo y entusiasmo.

 

Diligencia es el cuidado y el esmero en ejecutar algo. Es esa prontitud de ánimo, esa agilidad interior y exterior, esa prisa apacible en hacer bien, en hacer con amor, en hacer con gozo lo que tengo que hacer en ese momento. Es esa laboriosidad a la hora de realizar las tareas y encomiendas”. (Rivero, s.f.)

 

Video sugerido para reforzar el valor de la diligencia:

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FLEXIBILIDAD: “Es la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, para lograr una mejor convivencia y entendimiento con los demás.

 

Los científicos están de acuerdo: sobreviven aquellas especies cuya capacidad de adaptarse es sobresaliente. Y esto se aplica a muchos ámbitos humanos: la carrera profesional, la familia, la amistad. La rigidez es un terrible obstáculo para cualquier ser humano.

 

La Flexibilidad es la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, los tiempos y las personas, rectificando oportunamente nuestras actitudes y puntos de vista para lograr una mejor convivencia y entendimiento con los demás.

 

En ocasiones se ha entendido a la flexibilidad como un ceder siempre para evitar conflictos, ser flexibles no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo y con todos. El aprender a escuchar y a observar con atención todo lo que ocurre a nuestro alrededor, constituye el punto de partida para tomar lo mejor de cada circunstancia y hacer a un lado todo aquello que objetivamente no es conveniente.

 

Podemos apreciar una actitud poco flexible en las personas que rechazan de forma automática todo aquello que se opone a su forma de pensar y de sentir, al grado de comportarse en ocasiones como verdaderos necios e intransigentes. Antes de dar una respuesta o emprender cualquier acción, el sentido común debería llevarnos a hacer una pausa para considerar detenidamente cualquier idea o propuesta, y de esta manera formarnos una mejor opinión al respecto.

 

La flexibilidad mejora nuestra disposición para llegar a un común acuerdo y enriquecerse de las opiniones de los demás, de esta manera ambas partes se complementan y benefician mutuamente.

 

Cuando la amistad y la simpatía son el factor común entre las personas, ser flexibles no cuesta tanto trabajo, normalmente estamos dispuestos a escuchar y a cambiar nuestro parecer en el momento que sea necesario; lo difícil es mantener esta actitud abierta con el resto de las personas.

 

Cualquier persona, sea un compañero, dirigente, gobernante o autoridad, puede despertar poca simpatía en los demás como persona, más no por eso se duda de su capacidad y conocimientos. Por este motivo, los lazos de afecto no deben ser un impedimento para reconocer la autoridad profesional o moral que tienen las personas y ser todo oídos para tomar todo lo bueno que nos desean transmitir.

 

Si el núcleo de la flexibilidad es la adaptación, debemos hacer todo lo posible por encontrar en todo lugar y circunstancia, el equilibrio justo para hacer compatibles nuestro estilo personal de trabajo, costumbres, hábitos y modo de actuar con el de los demás para ser más productivos, mejorar la comunicación y establecer relaciones duraderas.

 

No es sorprendente encontrar a un genio de las finanzas, al prestigiado abogado, al excelente empresario o al alumno brillante, que, conscientes de su capacidad, conocimientos y experiencia, se cierran a todo género de opiniones, considerándolas inútiles y superficiales. La falta de flexibilidad nos hace insensibles y con poca apertura al diálogo, deteriorando notablemente la convivencia y la posibilidad de ser mejores en nuestro desempeño.

 

En este sentido, podemos decir que la humildad juega un factor importante para reconocer que nuestro criterio no siempre es el mejor y siempre estaremos expuestos a cometer un error o a tomar una mala decisión.

 

Algunas veces nuestra capacidad de adaptación se somete a pruebas más severas: cambiar de ciudad, de domicilio; nuevo empleo en una empresa con un giro completamente distinto al que veníamos desarrollando, nueva escuela, etc. En todos y cada uno de estos cambios debemos tratar con personas diferentes, así como sus costumbres y las normas de convivencia o de trabajo. La rapidez con que nos identifiquemos al nuevo ambiente, marcará desde el primer momento el éxito o fracaso en nuestro desempeño y las relaciones con los demás.

 

Lo más vano y de mal gusto es hacer continuas y repetitivas comparaciones entre la forma de trabajo anterior, prestaciones e importancia; los excelentes vecinos; las instalaciones de la escuela; las ventajas de la gran ciudad, los lugares de esparcimiento y diversión y tantas otras manifestaciones superficiales que muestran hermetismo y el orgullo vano de haber pertenecido o crecido en un lugar diferente.

 

La flexibilidad nos debe llevar a buscar la plena integración al nuevo medio, si es ahí donde tenemos que estar, de poco sirven las quejas y las comparaciones inútiles. Aprender a tomar lo mejor de cada lugar y de su gente, demuestra madurez, sociabilidad, compromiso, solidaridad, apertura a la comunicación y a la adquisición de nuevas experiencias.

 

Para que nuestros propósitos de mejora tengan fruto, es necesario identificar y corregir algunas de las actitudes que nos impiden vivir cabalmente este valor:

  • Procura que tu primer impulso no sea dar un sí o un no como respuesta. Aprende que el aceptar o el negarse tiene su momento. Escucha, observa, medita y actúa.

  • Habla cuando sea necesario, o calla si las circunstancias lo ameritan. Las conversaciones forzadas no llevan a ninguna parte, cuantas veces nos empeñamos en hablar de un tema que a nadie interesa.

  • Busca el mejor momento para expresar tus opiniones.

  • Aprende a dejar una conversación en el momento oportuno, evitando discusiones que no llegarán a una conciliación. Nada ganamos con aferrarnos para tratar de convencer a una persona que no quiere escuchar.

  • Trata a cada persona según su peculiar forma de ser, lo cual se traduce en respeto.

  • Rectifica cada que sea preciso tus opiniones o actitudes. Corregir los errores, pedir perdón o aclarar la equivocación en nuestro juicio, demuestra sencillez y rectitud de intención.

  • Respeta las reglas o normas que imperan en los distintos lugares a los que asistes, a menos que afecten la integridad y la seguridad de cualquier persona.

 

Para la persona flexible no existen barreras en la comunicación y en las relaciones, su adaptación es tan natural que nunca parecerá extraño o distinto en los ambientes más diversos, sin exponer su persona a influencias negativas o poco recomendables.

 

Nuestra vida sería más sencilla si fuéramos conscientes de la riqueza que guarda cada persona, cada ambiente, cada nuevo conocimiento y experiencia, sin aferrarnos a nuestro propio juicio y opinión”. (encuentra, 2016)

 

Video sugerido para reforzar el valor de la flexibilidad:

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SENSATEZ: tiene que ver con la prudencia para planear las cosas, tratar a otros y pensar en el porvenir.

 

La sensatez, es el valor que nos permite mantener la cordura con los demás, el buen juicio y la discreción para con los demás, nos da principios básicos de educación para comunicarnos con las demás personas.

 

Ser sensato es ser objetivo, es ser consciente de las cosas, ser racional para analizar lo que pasa en su vida y para conocer las consecuencias de una acción”. (Giraldo, Sensatez - Valor personal, s.f.)

 

Sensatez es la cualidad de sensato (cuerdo, prudente o de buen juicio). La sensatez, por lo tanto, está asociada a la cordura, el entendimiento, el raciocinio y la prudencia.

 

Por todo ello, se considera que la sensatez es uno de los mejores valores que puede tener una persona tanto para su propio desarrollo como para su relación con los demás y su papel en la sociedad. Así, se considera que es una herramienta fundamental para poder tratar con educación con otros individuos.

 

Hay determinadas edades en las que el ser humano puede ser más insensato. Así, por ejemplo, durante la adolescencia tenemos la cabeza llena de “mil pájaros” que nos hacen que no nos comportemos con moderación, que no veamos las cosas de una manera imparcial y que seamos imprudentes”. (Porto & Merino, Definición de sensatez, 2010)

 

Video sugerido para reforzar el valor de la sensatez:

ACTIVIDAD DIDÁCTICA

Leer el cuento “El suave pino y el duro roble”. (Ver anexo)

Contestar las interrogantes respecto al cuento. (Ver anexo)

VALORACIÓN / REFLEXIÓN
COMPROMISO
  • Cumplir los deberes.

  • Exigir mis derechos con respeto.

HABILIDADES SOCIALES
  • Actuar con sensatez en las diversas situaciones que se presente.

  • Poner en práctica la flexibilidad en la resolución de conflictos.

EVALUACIÓN
  • Evaluar el cumplimiento de los deberes y derechos que poseen los estudiantes.

ANEXOS

 

ACTIVIDAD 1

El docente leerá un cuento, y reflexionará con los estudiantes su contenido.

 

El cuento del suave pino y el duro roble

 

Érase una montaña tan, pero tan alta, que nunca era posible ver la cumbre; primero porque la vista no podía llegar tan alto, y segundo porque ella siempre estaba cubierta de nubes, de muchas nubes; sólo el viento podía llegar a esa altura. En el tope de la montaña había también algunas piedras, siempre acurrucadas por el frío, no había animales y en ella habitaban dos árboles; ellos eran muy valientes porque eran los únicos capaces de vivir en ese sitio, donde siempre había nubes, y casi no había Sol. Los dos árboles estaban uno al lado del otro, y ambos eran muy altos, tan pero tan altos, que ni siquiera con la imaginación más grande era posible ver sus copas.

 

Uno de ellos era un Roble, muy elegante, duro y serio; él se creía el árbol más fuerte y bello de todo el mundo; a su lado el otro árbol era un Pino, también muy elegante, pero no tanto como el Roble, era más blando y tierno, no tan fuerte, pero sí tan alto como el Roble; sus puntas estaban a la misma altura, claro con ciertas pequeñas dudas: el Roble era considerado como el mejor de los dos.

 

Un día de diciembre, que era el mes de mayor frío, un viento del Sur sopló y sopló, ambos árboles sintieron que ese viento no era igual al de todos los días, era más caliente como son los vientos del Sur, era mucho más fuerte, entonces el Roble se dijo: Con mi fuerza y mi poder no hay viento que me asuste.

 

El Pino, un poco más sencillo, se dijo: Ese viento es peligroso, no se calma, más bien aumenta de intensidad; esto no me gusta.

 

El Viento sopló más y más fuerte, algunas de las piedras del piso se movieron de su sitio e incluso, algunas se hundieron en la tierra, las nubes se movieron con tal rapidez que sólo se les veía por un instante y ahí no terminó todo; el viento se puso aún más fuerte. El Roble no temía, él era fuerte y duro, y aguantaría cualquier cosa; el Pino que era más blando se comenzó a doblar y a doblar, e incluso hubo momentos en los cuales la punta del Pino tocó el piso, este sentía por eso gran dolor, pero se doblaba y no se partía. El Roble comenzó a doblarse y doblarse, pero era tan rígido y fuerte que al no permitir que él mismo se doblara, empezó a resquebrajarse y a perder sus ramas.

 

El Pino lo observó y le dijo: Déjate doblar, así no te partirás.

 

Pero el orgulloso Roble, le contestó: No, yo soy fuerte y no me doblaré, yo aguantaré, ya tú verás.

 

Al Pino no se le partió ni una sola rama, pero el Roble al no permitir que sus ramas se doblaran, empezó a perderlas e incluso perdió parte del tronco; el Pino le decía: Amigo, si no te doblas, te vendrás abajo, no te resistas.

 

Y el Roble le contestaba: No permitiré que mi cuerpo, hermoso y elegante, se doble.

 

El viento sopló más fuerte, tan fuerte que ya las palabras no se oían; sólo se escuchaba el chirrido agudo que atormentaba los oídos y que sólo lo produce el viento al soplar muy fuerte. En ese momento el Roble comenzó a partirse por la mitad; el Pino viendo aquella situación decidió doblarse al máximo y así al acercarse, pudo soportar el peso del Roble y logró que éste no se partiera y muy poco a poco, fue logrando que el Roble se doblara hacia él, siempre, el Pino sosteniéndolo y de esa manera el Roble pudo tolerar la inmensa furia del viento.

 

Poco a poco el viento pasó, tardó días en dejar de soplar por completo, el Pino sentía un gran cansancio, no sólo por luchar contra el viento, sino por tener que soportar el enorme peso del Roble para que éste no se partiera, y por ello el Pino, nuestro amigo, quedó extenuado. Al terminar de soplar el viento, el Roble se pudo enderezar y el Pino quedó doblado, había sido tanto el esfuerzo que no pudo enderezarse; el Roble había perdido parte de su tronco, muchas hojas y ramas, pero estaba todavía en pie y al ver al Pino doblado le dijo: Amigo Pino, ¡qué gran amigo eres tú!, te has sacrificado por mí, que incluso te despreciaba por tu debilidad; me has demostrado que la debilidad en algunos momentos de la vida, es lo que más fuerza nos da y que hay que ser flexible y eso te permite tolerar los vientos más fuertes, y me has enseñado que la fuerza está en la amistad y en la tolerancia. Gracias, querido amigo, de los dos, tu eres el más fuerte y aún doblado, eres el más bello de nosotros dos.

 

Y así, luego de ese gran susto, ambos árboles estando aún de pie, fueron grandes amigos y lograron crecer aún mucho más, con el tiempo y con algunas ramas del Roble que ayudaron, nuestro amigo el Pino logro enderezarse y hoy por hoy, es un Pino muy derecho y muy bello”. (joaquinafernandez, 2009)

 

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ACTIVIDAD 2

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El docente leerá un cuento, luego los estudiantes contestaran en sus cuadernos las preguntas, que están al final del cuento. Así podrán los estudiantes poder emitir sus opiniones.

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Cuento: Un enfado incontrolable

 

Había una vez un joven príncipe que tenía un secreto que ni él mismo conocía: siendo un bebé, había sido embrujado por un antiguo enemigo del reino. Era un hechizo muy extraño, pues su único efecto era que conseguía enfadar al príncipe cada vez que oía una palabra secreta.

 

Pero aquella palabra era tan normal, y estaba tan bien elegida, que siempre había alguien que la decía. Así que el príncipe creció con fama de enfadarse muy fácilmente, sin que nadie llegara nunca a sospechar nada.

 

Lo malo es que, como le pasa a todo el mundo, cuando se enfadaba terminaba metiendo la pata. Gritaba o hacía lo primero que se le venía a la cabeza, que casi siempre era la peor de las ideas. Y eso, en alguien que mandaba tanto, era un problema muy gordo. Sus errores causaban tantos problemas que el clamor de los habitantes del reino se elevó con tal fuerza que… ¡salió de su propio cuento! y un montón de diminutos personajes acabaron discutiendo con el escritor de aquella historia.

 

- ¿A quién se le ocurre ponernos un príncipe así? ¡Con lo bien que vivíamos antes!

- ¡Esto es injusto!

- Este escritor no tiene corazón ¡Se va a enterar de lo que es bueno!

- Ahora sabrá lo que es vivir con alguien así… ¡vivirá en nuestro reino hasta que lo arregle!

 

Y, entre gritos y protestas, los personajes secuestraron al escritor para llevarlo al cuento. Allí descubrió el sorprendido escritor lo duro que era aguantar los gritos del príncipe y sus decisiones precipitadas. Porque cuanto más se equivocaba, más se enfadaba, y más volvía a equivocarse. Intentó de todo para calmarlo, pero el hechizo funcionaba perfectamente, y solo consiguió llevarse gritos y castigos.

 

- Menuda tontería hice inventando aquel hechizo solo porque yo estaba enfadado ese día. Si hubiera escrito las palabras secretas o la forma de anularlo, ahora podría arreglarlo todo- se dijo el escritor-. Pero ya no controlo el cuento, y mucho menos el humor del príncipe…

 

Y vaya si no lo hacía. Ese mismo día estaba junto al príncipe cuando le atacó su mal humor. Al buscar alguien con quien desatar su furia se fijó en el escritor y este, muerto de miedo, solo pudo recordar las palabras de un viejo hechizo de congelación de uno de sus cuentos. Al instante el príncipe quedó encerrado en un enorme bloque de hielo y rápidamente el escritor fue apresado por los guardias. Estos lo dejaron allí mismo, delante del príncipe, para que recibiera su castigo cuando el bloque se derritiera.

 

Pero para entonces el enfado del príncipe ya había pasado, y aquella fue la primera vez en años en que uno de sus enfados no había provocado ningún problema. El príncipe era el primero al que molestaban las tonterías que él mismo hacía cuando estaba enfadado, y se sintió feliz de haber descubierto una forma de evitarlas. Los siguientes días mantuvo al escritor a su lado para que pudiera congelarlo cuando le llegaran sus enfados, y en unas semanas él solo aprendió a controlarse para no hacer ni decir nada mientras estuviera enfadado. De esta forma consiguió acertar en sus decisiones y el reino volvió a ser un lugar próspero y feliz.

 

¿Y el escritor? Pues, aunque estaba feliz siendo famoso en el nuevo reino que ahora dirigía tan bien el príncipe, se dio cuenta de que tenía que arreglar muchas de las historias que había escrito mientras estaba enfadado. Y así volvió a su antiguo escritorio, con la firme intención de escribir y hacer las demás cosas importantes solo cuando estuviera de buen humor”. (Sacritan, s.f.)

 

Las preguntas relacionadas al cuento “Un enfado incontrolable”.

 

  • ¿Crees que el príncipe es un caso único, o crees que todos hacemos peor las cosas cuando estamos enfadados?

  • ¿Por qué crees que pasa esto?

  • Si tuvieras que hacer algún trabajo y estás de mal humor ¿qué crees que deberías hacer?

  • ¿Eres capaz de controlar tus enfados?

  • ¿Qué haces para conseguirlo, y cómo crees que podrías hacerlo mejor?

¿De qué forma cumplo con los deberes que tengo en la casa, la escuela y la comunidad?

¿De qué forma defiendo mis derechos?

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